Agnosticismo filosófico-teológico (formas positiva y negativa)

Cuando la función agnosticismo, ya sea en su forma negativa, ya sea en su forma positiva, se aplica al gnosticismo teológico-filosófico los valores que tomará serán también muy característicos. El agnosticismo filosófico-teológico, en su forma negativa, equivale a la inhibición ante alternativas tales como el teísmo y el ateísmo, o el espiritualismo y el materialismo, un inhibición fundamentada, por ejemplo, en la imposibilidad de dar un tratamiento científico o racional a tales alternativas (como si el tratamiento científico-categorial fuese el único procedimiento racional) y de su irrelevancia para la práctica de la vida política, moral e incluso científica. El agnosticismo filosófico-teológico, en su forma positiva, implica el reconocimiento del significado de las alternativas teológicas, sin perjuicio de declarar la imposibilidad de decisión, sea con los métodos científicos, sea con los métodos filosóficos. Puede afirmarse que el agnosticismo filosófico-teológico, en su forma positiva, se corresponde muy bien con el agnosticismo crítico que suele ser atribuido retrospectivamente a Kant quien, avant la lettre, lo habría propuesto en su Dialéctica Transcendental: no es posible dar la espalda a las cuestiones que se suscitan en torno a las Ideas de Alma, Mundo y Dios, porque aunque estas Ideas son declaradas ilusiones, son también reconocidas como ilusiones transcendentales, es decir, inevitables; lo que prácticamente equivaldrá a un “reconocimiento de beligerancia” respecto del gnosticismo filosófico, sobre todo, en relación a los postulados de la razón práctica de la vida moral. En cambio, el agnosticismo filosófico-teológico en su forma negativa se correspondería, hasta casi superponerse con él, con las posiciones del positivismo de H. Spencer (su doctrina de lo Incognoscible) o del propio T. H. Huxley.

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