Idea objetiva de Cultura como totalización (operatoria) de las obras conformadas a través de las acciones humanas: Naturaleza / Cultura

La constitución de la idea “moderna” de Cultura objetiva podría considerarse como resultado de la acción combinada de tres operaciones, procesos o cursos de operaciones, cuyos resultados se entretejen unos con otros, reforzándose y realimentándose. (A) Una operación o curso de operaciones tendentes a objetivar (acaso a sustantificar o hipostasiar) a las obras (opera) que se nos muestran como conformadas a través de las acciones humanas. Obras, o resultados, que se producen según líneas específicas particulares –cerámica, música (mejor aún: música de teclado, vocal), escultura, instituciones jurídicas, geometría–. Esos procesos de objetivación tienen como efecto principal la disociación [63] de las obras (y sobre todo de sus concatenaciones con otras) respecto del agente o los agentes humanos que las producen (artistas, juristas, alfareros, geómetras…). Disociación que podrá ser facilitada en los casos en los cuales la obra tenga un contenido “extrasomático” (respecto del artista, por ejemplo, la arquitectura, la cerámica), pero que en modo alguno habrá por qué circunscribir a tales casos, porque la “cultura objetiva” no es sólo la cultura extrasomática. La objetivación o sustantificación de las concatenaciones de las obras de líneas específicas dadas comportará un cambio de perspectiva en el momento en que nos disponemos a tratar con ellas. En lugar de verlas desde la perspectiva de las obras (creaciones, producciones…) de artesanos, geómetras, físicos, políticos o artistas, comenzaremos a verlas desde la perspectiva de las obras objetivas mismas concatenadas según determinadas líneas que se habrán ido abriendo, en tanto constituyen “tejidos específicos”, con una estructura objetiva cuyas líneas de desarrollo aparecerán muchas veces en la perspectiva histórica. El historiador dejará de disponerse a relatar las sucesiones de las “opiniones de los geómetras” o de las “opiniones (o acciones) de los físicos” –como hacía Teofrasto– para comenzar a referirse al Desarrollo de la Física o a la Historia de los oráctulos, como hacía Fontenelle; en el lugar de la “Historia de los artistas” aparecerá una Historia del arte de la antigüedad, la de Winckelmann, por ejemplo. (B) Pero estas operaciones de hipóstasis, objetivación o sustantificación, que van siendo aplicadas a las más diversas “líneas específicas” de la producción humana, en gran medida porque unas van sirviendo de modelo a las otras, aunque pueden considerarse como condiciones previas para la formación de la idea de cultura objetiva, no podrían haber conducido, por sí mismas, a una tal idea (que es lo que sugiere A. Dempf y otros, cuando citan por ejemplo a la obra de Winckelmann, la Historia del arte de la antigüedad, publicada en Dresde en 1764, como un “precedente” o prototipo de la objetivación de la idea moderna de cultura). La constitución de la idea de cultura requiere, oblitatoriamente, la totalización de la integridad de esas diversas objetivaciones o sustantivaciones que han ido produciéndose según líneas específicas (arte, poesía, cermámica, religión derecho, geometría…), en una unidad sustantiva de conjunto que integra unas líneas objetivas con las otras de tal modo que todas ellas puedan re-aparecer como partes de una entidad nueva, que será precisamente la que recibirá el nombre de “cultura”, hasta entonces recluida en el campo de la subjetividad, como cultura animi. Por ello, tampoco sería suficiente atenerse a “integraciones parciales”, es decir, a “subtotalizaciones” capaces de reunir en una unidad sustantivada algunos haces de líneas de la actividad humana, por ejemplo, las líneas que se refieren a los comportamientos, usos o ceremonias sociales de un pueblo englobándolas bajo el rótulo común de “costumbres”. Las “costumbres”, aun objetivadas, no constituyen aún la idea de “Cultura”, aunque la idea de cultura posterior haya de incluir a las costumbres como una de sus partes. El proceso de totalización puede, sin duda, considerarse retrospectivamente iniciado por la integración de unas líneas específicas sustantivadas con otras líneas diversas determinadas; pero la totalización decisiva no podría explicarse como mera “propagación” de lo procesos de sustantificación de unas líneas específicas (arte, derecho, tecnología, religión…) a las demás, con las que se integran, salvo que se pida el principio de la “unidad preexistente” de la cultura objetiva. Es preciso que este supuesto proceso de integración o propagación de las objetivaciones alcance un límite, para que pueda hablarse de una totalización conducente a la nueva Idea, a la unidad de la cultura como un todo. Y sólo podría alcanzarse este límite, tal es nuestra tesis, cuando comiencen a actuar operaciones de otro orden, a saber:

Filosofía de la cultura