Muerte dulce
“Eutanasia” (eu = bueno; thanatos = muerte) es un concepto que, en apariencia, no puede ser más sencillo y transparente: eutanasia equivale a “muerte dulce, tranquila”. Pero sólo superficialmente es un concepto claro. El análisis de la misma estructura etimológica del término eutanasia –que parece la fuente principal de la pretendida claridad– nos pone en guardia: eu es un prefijo griego que se traduce por “bueno” y, en el contexto, por “agradable”, “tranquilo”. Pero bueno (o su correlativo, “malo”, indisociable del primero) es término tanto biológico (buena salud) como psicológico (una cenestesia agradable), ético (una acción heroica), moral (acorde con la costumbre) o jurídico (bueno es ajustado a derecho). Lo “agradable” es sólo una determinación específica del término. Una muerte agradable o indolora, en el sentido cenestésico, no es, por ello, equivalente a una muerte buena en el sentido, no ya ético, sino incluso biológico del concepto (una muerte placentera “experimentada” por un individuo sano en plena juventud, pero atiborrado de drogas euforizantes, podría considerarse como biológicamente mala). Cuando se dice que todo hombre “tiene derecho a una muerte digna”, o se pide el principio, o es mera retórica: pues muerte digna no es sólo muerte sin sufrimiento. Entre los soldados prusianos tener derecho a una muerte digna significaba por ejemplo tener derecho a ser fusilado con honores ceremoniales, al margen del placer o del dolor que se experimentase. Una muerte indigna sería una muerte en la horca, incluso con anestesia previa.