Sagrado
Se designa con este término a todo aquello que está afectado por un “coeficiente sebasmático” [799] que incita al respeto ante lo enigmático o “misterioso”, acaso un residuo de la racionalización institucional de lo profano, que no agota, sin embargo, el dominio de su jurisdicción. Lo sagrado es de este modo lo no-profano, aunque profano es también lo no no-sagrado (si bien esta última definición se mantiene en un plano meramente gramatical). Desde la perspectiva del materialismo filosófico [1], lo sagrado no designa un mundo definido, trascendente y enfrentable al mundo de lo profano. Lo sagrado es, por de pronto, no tanto un “mundo” cuanto una colección de valores heterogéneos que afectan, en muy diverso grado, a diferentes dominios del espacio antropológico [244]: hay valores de lo sagrado en el eje radial de este espacio (los fetiches) [678], hay valores sagrados en el eje angular (los númenes, los dioses) [370-372] y hay valores sagrados en el eje circular (los valores de los santo, en sentido estricto). Ninguno de estos valores son, desde la perspectiva materialista [351], trascendentes al mundo, como pretende el espiritualismo, sino inmanentes al mundo, si bien rebasando las zonas claras y distintas iluminadas por las técnicas o por las ciencias; solo si se supone (gratuitamente) que estas ciencias o estas técnicas [783] “han agotado” la integridad de los dominios contralados respectivamente por ellas cabría lleva a cabo una de-sacralización absoluta del espacio antropológico.